jueves, 9 de julio de 2009

Pervivencia del Clasicismo: RENACIMIENTO OTONIANO

Columna de Cristo de la catedral de Hildesheim


Esta columna pertenece al arte otoniano, un estilo poco conocido para el gran público como la mayoría de estadios que compusieron el periodo prerrománico, es decir, los cinco siglos que separaron la caída del imperio romano de occidente con el nacimiento del estilo románico.
El Renacimiento Otoniano surge con Otón I en el siglo X, quien con el deseo de resucitar el Imperio Carolingio, funda el Sacro Imperio Romano Germánico, realidad política de tal magnitud que no se disolvería hasta el siglo XIX.
En la parte que nos atañe en este momento, estamos en otro momento de florecimiento artístico que mantiene el ideal del clasicismo heredado de Carlomagno tanto a nivel político como cultural (Significativo es que el idioma oficial de alemania pase a ser el latín)

La columna de Cristo se encuentra en la propia catedral de la ciudad alemana de Hildesheim. Se trata de una columna exenta, conmemorativa, sin función arquitectónica.

Su cánon es sólo un poco más achaparrado de lo que era el propio de los órdenes grecorromanos, pero no alcanza la libertad de las proporciones que se tomaría el románico (no hay más que ver el Panteón de los reyes de la colegiata de San Isidoro de León para entender la laxitud con la que los arquitectos del los tres siguientes siglos se tomaron las proporciones clásicas en sus columnas)



Lo más importante de la columna es, sin duda, la decoración espiral ascendente que narra la vida de Cristo. Y en esto es donde entronca directamente con la tradición clásica.

La columna conmemorativa con decoración escultórica narrando y celebrando las glorias de su mentor fue creada por Trajano para el foro romano y posteriormente emulado por Marco Aurelio, también en la capital de la actual Italia. Napoleón retomaría esta tipología propagandística en la columna Vendôme.

Y sin embargo, en el año 1020, cuando la mayoría de nosotros piensa que estamos en un periodo oscuro, decadente y de retroceso cultural, nos topamos con un clarísimo ejemplo de que, cuatro siglos antes del Renacimiento italiano y cinco de la caída del último emperador romano de occidente, el arte clásico no sólo no se había perdido sino que seguía en crecimiento.

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