Antigua estación de Pennsylvania (Nueva York) 1910
Durante la primera mitad del siglo XX, cuando la modernidad estaba ya más que consolidada, la especial sensibilidad norteamericana hacia la estética clásica se manifestó una vez más en tres estaciones de tren situadas en Ottawa, Boston y Nueva York. La principal característica que compartían es inspirarse en (cuando no reproducir) el modelo de las termas de Caracalla de Roma. De las tres, la más espectacular por sus dimensiones fue la neoyorkina.
Hoy nos llama la atención que precisamente en Estados Unidos tuviera cabida una edificación pública de estas características cuando en Europa el racionalismo había finiquitado por completo a la arquitectura tradicional clásica. Estados Unidos apenas tenía por entonces un siglo de historia y, por tanto, carecía del peso de la tradición como ocurría en el viejo mundo, por lo que esa necesidad de romper con el pasado no podía ser tan arrolladora, puesto que carecían de tradición alguna como nación y como arte. El clasicismo aún tendría una década de vida más gracias al Art Decó para terminar siendo aniquilado (de momento) tras la segunda guerra mundial.
La estación de Pennsylvania aunaba tradición y nuevas tecnologías, combinando mármol y granito con metal y vidrio como lo había hecho la arquitectura en hierro y como seguiría apostando la arquitectura Art decó. Pero esa demostración de que la tradición no estaba reñida con el progreso y que podía solucionar igualmente las necesidades sociales no fue suficiente. En 1963 fue demolida en el nombre de la modernidad. Fue el primer monumento que perdió la ciudad y la que despertó la necesidad conservacionista en la urbe, e incluso traspasó las fronteras creando un escándalo internacional. A modo de epitafio, el New York Post escribió:
Antes de que la primera piedra volara por los aires, nadie se creía de veras que la Estación fuera a ser demolida, o que Nueva York realmente fuera a permitir este monumental acto de vandalismo contra uno de los más grandes y delicados referentes de la elegancia romana.
Estados Unidos tiene en el clasicismo a un garante de sus libertades democráticas, por cuanto se basaron en la propias Grecia y Roma para fundar su nación.
ResponderEliminarPor tanto el romance americano con el clasicismo es una consecuencia lógica de su tradición política.
Precisamente por no tener un pasado que actuara no ya como referencia, sino como "lastre" en cierto modo, los arquitectos estadounidenses tenían más libertad creativa. En el continente de las Termas de Diocleciano y de Caracalla había que ser muy atrevido para recrearlas en una "vil" sala de espera y su analogía sólo se reservaba para templos y museos.
Concretamente el estudio de McKim Mead & White supo combinar a la perfección el clasicismo y las tipologías clásicas con los nuevos materiales y nuevas necesidades sociales.
Además, el mismo estudio que construyó la estación de Pennsylvania fue el artífice de la "Giralda de Manhattan", toda una declaración de principios para los nacientes rascacielos.
Un saludo.