La figura del aragonés Pablo Gargallo seguramente sea la más importante dentro de la escultura vanguardista española, pais que ha dado grandes nombres a nivel internacional durante este periodo. No obstante, esta escultura tiene una particularidad. De una primera mirada uno deduciría que es una imegen de sus comienzos como escultor, más relacionada con la estética del modernismo que con la trasgresión vanguardista. Sin embargo la realizó en 1934, un año después de la más célebre de sus esculturas: El Profeta.
La particularidad de este autor es que nunca renunció al clasicismo durante toda su carrera, sino que la simultaneó con su producción vanguardista. Lo habitual en otros artistas (Picasso, de Chirico) es que en determinados momentos lo retomaran, pero Gargallo nunca lo abandonó, simplemente tuvo dos líneas de trabajo, la clásica y la moderna.
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