En la ciudad de Viena, en la orilla del río Donaucanal, se encuentra el distrito de Spittelau. Durante mucho tiempo se había considerado un terreno indificable por su aislamiento, a lo que se se suma la ubicación de un viaducto abandonado. La importancia de esa obra de ingeniería es debida a haber sido levantado por Otto Wagner, la principal figura de la arquitectura modernista austríaca.
El monumento fue declarado patrimonio histórico, lo cual no impidió a la arquitecta Zaha Hadid levantar a su alrededor este conjunto de viviendas en 1994.
El problema de la obra es su absoluta falta de respeto a la obra de su antecesor. Bajo el manido (y hueco) pretexto de "diálogo con el entorno", impone su edificio sobre el anterior, que queda minimizado y por poco casi desaparece de la visión del espectador.
Es un defecto muy común en las intervenciones sobre edificios históricos. El arquitecto actual da por hecho que es el edificio antiguo el que está al servicio del suyo, dando como resultado obras como esta. La obra de Wagner se limita a ser el pedestal del nuevo monumento.
Aparte del aspecto artístico, el conjunto supuso igualmente un despropósito a nivel funcional/econónmico. El proyecto costó 10 millones de euros y alberga sólamente 31 viviendas.
La culpa, como siempre, de la administración que lo ha permitido.
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