El suizo Füssli es uno de esos artistas inclasificables, de técnica neoclásica y un ánimo prerromántico, onírico, alucinado que le diferencia de los artistas coetáneos.
Cualquiera de sus obras nos resultan a día de hoy familiares. No porque sea un pintor cuyo trabajo veamos habitualmente (De hecho, se trata de un pintor prácticamente desconocido para el gran público) sino por el espíritu que recorre su obra, de mayor asimilación actualmente que el del resto de neoclásicos.
De su obra podría haber tomado cualquier ejemplo, pero he escogido éste por una razón. El grafitti como espresión artística intencionada y la consolidación del arte urbano como un arte mayor es uno de los signos de nuestro tiempo.
Y para Füssli parece que también.
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